‘El truco del almendruco’. Es en la Edad Media cuando nace esta expresión, dando origen a la primera vez que las personas usaron las propiedades de este fruto seco en la alimentación, sustituyendo la leche de los animales de granja por el obtenido de las almendras.
Hoy en días sus beneficios y usos en la cocina son mucho más visibles. La almendra no solo posee un gran sabor, sino también una gran lista de propiedades beneficiosas. Se recomienda su ingesta para enfermedades como asma, diabetes, anemia o gastritis. Comerla de forma regular ayuda al sistema nervioso, alivia los dolores de cabeza y contribuye a combatir el insomnio.
No todas sus propiedades se centran en la salud. Además, posee un valor nutricional que ayuda a crear recetas únicas. En el mercado actual es frecuente su uso en la confitería y en la elaboración de dulces, pues como aditivo les da a las recetas una consistencia única y un sabor inmejorable. Por ello no es extraño verlas como ingrediente principal de muchos menús. Las almendras enteras, tostadas o en harina, son un ingrediente perfecto con el que elaborar platos de una calidad culinaria excepcional, a la vez que aportan sus propiedades a nuestro organismo.