En numerosas ocasiones os hemos contado las bondades de los frutos secos. Aparte de las peculiaridades individuales de cada uno, la mayoría comparten una serie de atributos comunes. Entre ellos está el ser alimentos ricos en fibra. Al incorporar esta fibra se potencian los beneficios que ya aportan el resto de sus nutrientes, sobre todo los relacionados con la salud cardiaca, cerebral y digestiva.
Precisamente por influir en este proceso de digestión, la fibra aumenta la sensación de saciedad. Por eso incluir frutos secos en el menú ayuda a controlar la cantidad total de alimentos ingeridos durante una comida, quedando satisfechos pero a la vez, regulando las calorías, grasas o azúcares que se consumen.
Recientemente, se ha demostrado cómo afectan a la flora intestinal. Estas bacterias nos ayudan a asimilar los nutrientes complejos de las cadenas de difícil asimilación para nuestro propio organismo. Así, la ingesta regular de frutos secos sirve como prebiótico natural, alimentando y fortaleciendo nuestro sistema digestivo.
Estas múltiples ventajas conjugan perfectamente con su delicioso sabor para ofrecer una excelente manera de cuidarse.